En otros post ya he hablado de cómo fue el inicio de mi lactancia. Aprovechando la semana mundial de la lactancia, y después de 7 meses y medio, quiero hablaros de mis sentimientos hasta ahora…
Es verdad que el comienzo fue duro pero… qué comienzo no lo es? Las dos teníamos que aprender, conocer nuestro cuerpo y nuestras necesidades, en fin conocernos la una a la otra.
Después del primer mes y medio, en el que pasamos de la lágrima a la sonrisa, todo ha ido rodado. Y es que me gusta, me gustan mucho esos instantes tan nuestros y de nadie más…
Puedo resumir muy bien lo que siento cuando ella mama, para mí es FELICIDAD. Mutuamente nos transmitimos calma, serenidad, paz, relajación… son momentos nuestros en los que a veces hasta se acompasa nuestra respiración y eso… eso es magia, os aseguro que no hay nada mejor en el mundo que esa conexión…
Y es que me gusta hasta cuando está en mis brazos y quiere un «buchito de leche», como nosotros le decimos, me busca y me tira de la camiseta. Sabe perfectamente lo que quiere y dónde encontrarlo.
Y qué decir de sus caricias, me acaricia la cara, los labios, el cuellos, el pecho, el otro pezoncillo… y yo no puedo dejar de mirar cómo se mueven esos pequeños deditos.
No sé cómo será de exacta la genética pero cuando era pequeñita y tenía sueño me hacia nuditos en el pelo. Pues bien, no me puedo sentir más orgullosa cuando veo que Nora hace lo mismo en su pelito mientras mama… Son nuestros momentos, nos achuchamos, nos queremos, sonreímos, nos damos la mano.
Me siento plena y no lo cambiaría por nada del mundo, aunque tuviese que pasar mil veces por la infección, las perlas de leche, los bultos en el pecho…
Sé que he tenido mucha suerte en sentir todo lo que os he contado y también sé que éstos momentos tienen fecha de caducidad, pero los voy a disfrutar todos, toditos…
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